Parte de un texto que inició como proyecto de cuento denominado Hora de Volar.
….. Minutos que parecen eternos son a cada paso, desde que te bajas de la litera y dejas las habitaciones cobijado por la obscuridad de una noche sin luna. Se hacen eternos como aquella ocasión en carreteras del sureste… Aún faltaban kilómetros para entrar al terreno agreste, pero los checoslovacos aliados a los cubanos querían apalear a los estadounidenses y de paso a nosotros, comenzaron a tirar a todo tren, pude seguirles la rueda y a mitad de la etapa ya les llevábamos minutos considerables al pelotón, con algunos grupetos intercalados que luchaban por darnos caza.
A través del “chismoso”, en clave recibía instrucciones, y éstas eran que sólo les mantuviera el ritmo.
-A 50 kilómetros de meta, casi todos los de la escapada íbamos justos de agua, sin abastecimiento, porque los coches se quedaron con el pelotón y ya no nos alcanzaron. Un gringo y un checo a señas me pedían que les diera un poco de agua, me quedaba abajito de media ánfora, cuando vi las diferencias sólo me mojaba la boca, los labios, por si no llegaban los del equipo. No les di, me gritaban de cosas, ¿qué me decían? ¿Quién sabe? Ni les entendía, pero sí creo eran insultos porque se veían enojados, pues también junto con los otros cinco en fuga me hacían la seña de que pasara al frente, a tirar. Pero tenía órdenes de no hacerlo…
-Con 20 kilómetros aún por recorrer, el grupo se había partido, pude mantener el ritmo en el tirón que dieron un checo y luego dos gringos; a 10 cuando ya bajamos al pueblo donde estaba la meta, la serpiente multicolor que nos seguía se había tragado a los otros compañeros de fuga.
Ya se escuchaba la algarabía de la gente, cuando en el centro del pueblo el sonido anunciaba: ¡ahí vienen los fugados con el pelotón a un par de minutos presionándolos y entre los de punta viene un mexicano de la Selección Nacional!…
-A cinco de meta se quedaba un checo, a tres el estadounidense y a 500 metros ataqué al otro checo, no era cerrador, pero con el esfuerzo realizado por ellos en los tirones queriéndome despegar, y alentado por los gritos del público, puse mi último aliento para entrar por delante de él…
Llegó desfallecido a la meta, había rodado a todo tren más de 50 kilómetros con media ánfora de agua, entonces, a unos metros de la meta miró una tienda y no atendió al pedido de los auxiliares del equipo de que parara, se fue directo al refrigerador y tomó un refresco chico, de cola, antes que nada, cuando entre los que le rodeaban vio la figura del estadounidense dirigirse, con sus casi 1m90cms de estatura, hacía él, abriéndose paso, y le soltó un manotazo, y aunque se quiso sacar, los del equipo intentaron detenerlo, alcanzó a zarandearlo… Sólo uno le asestó al esmirriado chamaco. Se lo llevaron, sin dejar por ello de insultarles el “gringo”, luego dirían que su molestia fue porque no le quiso dar agua, ni relevos.
-Pero, ya casi ni traía, tampoco la instrucción de ayudarles a jalar…
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Se acercan a la ladera, a unos metros de la barda por donde se brincará…
-Cuidado -le dice el Pollo-, que va adelante tanteando el terreno, no había luna, hay unas piedras medio salidas, están resbalosas por el sereno.
-Aún con el aviso, a punto de llegar al plano, a la base de la barda, resbalé y caí como metro y medio. ¡Ay…! Solo exclamé:
¡Epa; cuidado, te dije! -gritó el Pollo-.
-Rápido me paré y llegué a la pared, pero al sentir el raspón en un costado y abajo del codo, recordé esa caída tonta, en salida controlada, donde nos vimos involucrados buena parte del pelotón. Apenas dejábamos Tlaxcala.
-Iba a mitad de la fila que llenaba la carretera, éramos alrededor de 170 corredores, estaba colocado cerca del borde del pavimento, cuando de pronto me sentí empujado, que volaba fuera de la carpeta asfáltica, cuando acordé ya estaba empotrado en un paredón, con raspones alrededor del codo, una pelada en la mano y con el guante roto cerca de la palma, otro golpe y el culote rasgado a mitad de la pierna derecha…
-¡Qué caída! Sin chiste. Aún no daban el banderazo oficial de inicio de etapa… Pero lo que pasó, es que aun cuando rodábamos a menos de 20kms por hora, al terminar la curva había un puente cerrado a un carril, que obligó a un parón de repente y atrás se armó la pelotera. Dos de mi equipo ya no pudieron continuar en esa caída, sin chiste, se dice… (Con base en relatos de uno de los mejores ciclistas que ha tenido de Colima).