EL CUARENTA Y DOS

El siglo XX fue un año bastante movido para los Estados Unidos de América, entre protestas sociales y lucha en contra de la desigualdad, las personas de color pelearon ferreamente en busca de ser reconocidos como ciudadanos legítimos. Martin Luther King Jr., Rosa Parks, Muhammad Ali, Jesse Owens, entre otros, lucharon durante toda su vida en contra del racismo y de los grupos supremacistas.

El béisbol también tuvo su lucha interna, las Grandes Ligas eran destinadas únicamente para personas blancas, mientras que las Ligas Negras era la única forma en la que los afroamericanos podían destacar. Las Mayores se perdieron los mejores años de los lanzamientos del enigmático pitcher Satchel Paige y de toda la carrera de Joshua Gibson, jugadores que destacaron en la Negro League y que finalmente se les hizo justicia al ingresar al salón de la fama.

Pero fue otro el hombre que rompió el paradigma del talento de los afroamericanos en el béisbol, Jackie Robinson. En el año de 1947, Jackie fue contratado por los Dodgers de Brooklyn, una de las estrellas de la Negro League llegaba a la filial del histórico equipo, hasta el mismo dueño de los Dodgers, Branch Rickey, sabía de la hostilidad que se avecinaba al equipo de Brooklyn, pero eso no era impedimento para el corazón guerrero que cargaba Jackie en su pecho, una temporada llena de insultos, desprestigio y odio, fue el resultado, una barrera rota también, la gente sabía del talento y poder de los afroamericanos, habían conocido al hombre que aguantó todo para tener un mejor mañana.

Es difícil imaginar lo que serían las Ligas Mayores sin jugadores de color; ¿Qué hubiera sido del béisbol sin la implacable velocidad de Rickey Henderson en los senderos? ¿Qué hubiera sido del béisbol sin los potentes jonrones de Barry Bonds? ¿Qué sería actualmente del béisbol sin la cualidad bateadora de Mookie Betts?

Pero no sólo sirvió a jugadores afroamericanos, su llegada sirvió para crear una verdadera inclusión en el béisbol, sirvió como puerta para la entrada de latinoamericanos, asiáticos y jugadores de todas las partes del mundo, no sólo hombres blancos originarios de Estados Unidos. La MLB no sería lo mismo hoy en día, no tendría jugadores que representan con orgullo a sus raíces y esa cultura que nos demuestra que todos podemos vivir en armonía y poder disfrutar lo que nos une, el béisbol.

Jackie nos enseña que las barreras sociales se rompen tarde o temprano, que solo basta con el cambio de mentalidad de varios hombres. En conmemoración, su número ya no puede ser utilizado por nadie, se queda para la historias el mítico «42» ¡Gracias por tanto Jackie Robinson!

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